«¿Acaso estoy muy viejo para eso?”Reflexiones acerca de cómo la edad moldea nuestro pensamiento y viceversa.

Escrito por Will Soto

noviembre 3, 2025

Resumen

Reflexión sobre cómo la edad influye en nuestra forma de pensar en la industria creativa y por qué nunca es tarde para reinventarse: la experiencia, la curiosidad y la red humana pueden ser nuestras mayores fortalezas para seguir creando.

Will Soto

Categorías: Experiencias

¿Será que ya me perdí el barco?

Me hice esa pregunta cuando cumplí 40 años. Llevaba casi dos décadas trabajando en el mundo creativo: diseño, publicidad, marketing, branding… la carrera nunca se detiene, pero yo empecé a sentir que algo sí lo hacía: el reloj.

Miraba hacia atrás y veía proyectos, logros, aprendizajes. Miraba hacia adelante y veía un mercado cada vez más joven, más veloz, más exigente. Y ahí, entre el ruido de nuevas tendencias, me pregunté si todavía había espacio para alguien como yo.

Cuatro años después, sigo aquí. Sigo diseñando, creando, componiendo canciones en mis ratos libres. Sigo dudando, pero también sigo aprendiendo. Porque descubrí que la edad, más que un número, es un estilo de pensamiento: mientras tu mente se mantenga curiosa, nunca estás viejo para empezar otra vez.

El miedo a volver a empezar

En la industria creativa, el cambio no es opcional. Las herramientas evolucionan, las tendencias se transforman y los clientes esperan innovación constante. Pero lo que nadie te dice es que, conforme cumples años, el cambio también empieza a venir desde dentro.

A veces te descubres cansado de la velocidad, o cuestionando si todavía encajas. Ese pensamiento -“si cambio ahora, tendré que empezar de cero”- se vuelve una barrera invisible. Y no es falta de talento, es miedo. Miedo a perder lo que ya construiste, a que tu experiencia no sea suficiente, o peor: a que ya no importe.

Como muchos otros más, yo lo sentí varias veces y es muy probable que tú lo hayas sentido también. Cada vez que pensaba en si a cierta edad debería de cambiar de empleo o de giro, aparecía esa voz: “volverás a empezar”. Pero con el tiempo comprendí que empezar no significa borrar el pasado, sino volver a elegirse con más conciencia.

La experiencia también es creatividad

La creatividad no sólo nace de las ideas nuevas, sino de la capacidad de conectar lo que sabes con lo que aún puedes descubrir. Y eso, a los 20, 40 ó 50, se vuelve una ventaja.

A lo largo de los años he aprendido a valorar lo invisible: la empatía al escuchar a otros y sus métodos de trabajo, la paciencia en los procesos de cada integrante de un equipo, la intuición al entender lo que un cliente no dice, y sobre todo, la confianza en mí mismo y en mi trabajo.

Son cosas que no se aprenden en un tutorial ni se descargan en una app. Y cuando las llevas al trabajo, se notan: en la manera en que colaboras, en cómo construyes relaciones de largo plazo, en cómo resuelves desde la calma y nunca desde el egocentrismo.

El activo más valioso: tu red humana

He tenido la fortuna de trabajar con agencias, inmobiliarias, marcas y desde el 2007 hasta la actualidad en Publycom, una agencia enfocada en la creación de contenido digital para atracción de leads. En todos esos entornos, descubrí que mi activo más grande no eran los programas de diseño ni los años de experiencia, sino las personas.

Los vínculos que construí con colegas, proveedores, jefes y clientes me enseñaron que la creatividad también es una red de confianza. Y esa red se fortalece con el tiempo, con la constancia, con la empatía. Es algo que difícilmente se puede reemplazar con juventud o inmediatez.

La verdadera edad está en la mente

La edad biológica sigue siendo un parámetro con el que nos medimos -en las vacantes, en las entrevistas, incluso en nuestras propias comparaciones-, pero no es la única métrica que importa. Lo que realmente define tu vigencia es la elasticidad mental: esa disposición a seguir aprendiendo, a cuestionarte, a mantenerte curioso.

Mientras más maleable sea tu cerebro, menos tendrás que preocuparte por tu edad. La mente que se adapta, se expande. Y en la industria creativa, adaptarse no significa volverte alguien distinto, sino evolucionar sin perder tu esencia.

Tal vez el barco nunca se fue

Hoy, a mis 44, entiendo que el barco nunca se fue, quizá simplemente sólo cambió de puerto, o mejor aún, quizá ni existe ese dicho barco. Y si aprendiste a remar con tus propias manos, siempre encontrarás el modo de alcanzarlo si lo deseas.

Porque la creatividad no tiene fecha de caducidad, sólo ciclos. Y cada uno de ellos -aunque venga con dudas, cansancio o miedo- es una nueva oportunidad para reinventarte. Volver a empezar no es retroceder: es una forma distinta de seguir avanzando.

Will Soto

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